sábado, junio 7

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Hay momentos es los que extraños los viejos sábados, recorriendo grandes distancias para llegar a ti; trayectos llenos de aventuras, que a largo plazo de convertían en rutinas; fingir un matrimonio inexistente mientras preparabas la comida, los manteles y los platos. siempre tenía el nervio presente al estar parado en tu puerta, tocando de poco en poco el timbre, los vecinos viendo extrañados a un par de inadaptados viviendo la vida tranquila.

Extraños el paisaje estático que solo tu ventana podía dar, las barras de los protectores como un marco menos imaginativo, tus hermanos en el cuarto siguiente preguntándose en qué momento me retiraría de ahí. las películas amontonándose en tu repisa y los silencios de los días de descanso
.

Nuestro descanso consistía prácticamente en vivir una vida normal, una normalidad inquietante de la cual carecen nuestras vidas la mayor parte de la semana; leer el periódico en la sala de tu casa y hacer unos comentarios de la manera más burda posible; caminar la plaza al anochecer y ver a los transeúntes con sus ritmos deportistas. yo siempre siendo un idiota, pues nunca se tiene la certeza de nada, pues nunca estoy seguro de nada, así que constantemente tengo que andar por ahí corroborándolo a cada momento, quitarme a momentos el traje y dejarme impresionar por unas palabras breves y funfacts.