"Cuando creo que ya no podrían sorprenderme más, hacen una estupidez como esa y se reivindican totalmente; es decir, es bueno, es bueno que alguien tan pendeja se pueda seguir superando en la vida. que pueda tener momentos tan sublimes y tan seguido, ya nomás es cuestión de que aprenda a monetizarlo y ¡zaz!, millonaria; aunque, es tan pendeja que de seguro pasará eso por alto. aún no sé si lo hace intencionalmente, pues cree que los demás son los pendejos, o simplemente le sale natural. igual yo también soy pendejo, pero lo mío es mero hobbie"
Luego de unas horas, no sé porque
pero unos tipos sabían que él estaba en el segundo piso de la ferretería, yo
decidí aparecerme por ahí, en caso de que Allen necesitara algo de apoyo moral
para continuar con la penitencia, cosa que desde luego era necesaria. luego de
correr unas calles, casualmente nos encontramos con Annie, quien no entendía razón
alguna y está en todo su derecho, pues a veces uno no quiere seguir escuchando
a una persona a la que no quiere siquiera ver. justo al dar vuelta en una calle
un centinela apareció – los centinelas eran una especie de robot de 3 mts que mantenían
una especie de control judicial- y comenzó a seguir a Annie, enseguida le advertí
a Allen sobre lo que estaba ocurriendo quien ni tardo ni perezoso comenzó a
decir unas palabras rápidas y extrañas, acto seguido el robot se convirtió en
un montón de burbujas magentas que se disiparon entre los cables de los postes;
asombrado le pregunté que como lo había hecho y me dijo que era lo que estaba
preparando en la ferretería esa tarde, me dio un papel doblado con las
anotaciones de cómo funcionaba. se despidió de inmediato, pidiéndome que
escriba, que escriba mucho, hasta vomitar letras, dicho esto se enfilo en dirección
contraría a la de Annie y ajustó el cuello de su gabardina.