jueves, marzo 12

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Es marzo y ha estado lloviendo un chingo; casualmente el día de hoy la lluvia se ha calmado algo, pero el suelo sigue teniendo ese color obscuro y en el ambiente hay ese olor que se desprende entre los árboles y la tierra mojada. Encima de todo eso  llegas entre la fila de personas pidiendo tu ticket para entrar, puedo distinguir tu chaqueta, tus tenis rojos y el andar entre las personas que se atraviesan.

¿Quién quiere dormir cuando el futuro se acurruca junto a mí?

La lluvia sigue en su refugio lejos de nosotros, la plaza está sola y los cotorros están tratando de tomar una siesta. No puedo negar que mi mano ha encontrado a la tuya, no es una casualidad. Las personas sobre Morelos cantan y siguen su rutina de miércoles mientras atravesamos brevemente su espacio y decidimos interceder para dar algo de variedad a las caras de siempre. Mientras las palabras se nos esfuman con suavidad, parecen guiarnos dentro de un monterrey distinto, tengo en claro que he pasado tantas veces por esas banquetas, pero no tengo la certeza de haber estado ahí. Hoy es algo distinto y la ciudad cierne sobre nosotros un espacio de tolerancia; poco a poco el oleaje de autos nos marca una pauta para estar; somos personas estando.

Tu cabeza se reclina suavemente sobre mi hombro, el edificio latino nunca se vio tan grande, las luces de las oficinas se van apagando paulatinamente y el sonido del tráfico disminuye, monterrey está yendo a dormir, nosotros estamos dándole el arrullo que necesita, la pausa a su ajetreo; tus labios preguntan, es una respuesta que puedo dar. Las respuestas son tus brazos alrededor mío, tu rostro explorando mi rostro tratando de tener una certeza mayor en el sabernos. Mujer, te cargas unos ojos que pueden ser fulminantes. Así es como se siente el futuro, la calma, el ruido excesivo se difumina entre las luces frías, los pasos lentos, tu aroma rondando; Monterrey no parece tan malo después de todo, es decir te tiene a ti.