martes, enero 6

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El escritorio ha comenzado a llenarse poco apoco de los breves pendientes que van tomando la semana como un rehén desconcertado, se van apilando uno a uno, ignorándose mutuamente. Por mi parte, los regresos en el camión suelen ser el momento ideal para  entrar al imaginario que surge de las palabras de un extraño. He tenido algunos golpes de suerte mientras el sol va llegando de poco a poco y el cuarto se tiñe de verde, la cortina falla en su promesa absurda de impedir el despertar.

En especial el invierno es un momento que debería tener una claridad abrumadora en los que lo transitamos, vivimos y nos dejamos llevar. es el momento cumbre de la visibilidad (dejando brevemente de lado los episodios en los cuales la neblina ataca y los vuelos se desvían) los cerros parecen tener unos colores tan exactos y la nitidez  nos hace pensar que no puede ser real tener una visión tan impactante. los olores son una especie de reminiscencia que van marcando un camino, las chicas van como dejando una senda que brevemente y con desconfianza pretendemos seguir al voltear y tratar de recordar que es lo que nos trasmite directamente ese aroma.

Un breve salón abarrotado de gente conversando mientras el profesor sigue llenando el pizarrón de fórmulas, algunos cambian de lugar para tener una mejor visión, estoy seguro que la chica que se encuentra a dos asientos usa el mismo perfume.


El semáforo ha cambiado repentinamente, el golpe absoluto para continuar con el regreso.