Hay momentos es los que extraños
los viejos sábados, recorriendo grandes distancias para llegar a ti; trayectos
llenos de aventuras, que a largo plazo de convertían en rutinas; fingir un matrimonio
inexistente mientras preparabas la comida, los manteles y los platos. siempre tenía
el nervio presente al estar parado en tu puerta, tocando de poco en poco el
timbre, los vecinos viendo extrañados a un par de inadaptados viviendo la vida
tranquila.
Extraños el paisaje estático que
solo tu ventana podía dar, las barras de los protectores como un marco menos
imaginativo, tus hermanos en el cuarto siguiente preguntándose en qué momento
me retiraría de ahí. las películas amontonándose en tu repisa y los silencios
de los días de descanso
.
Nuestro descanso consistía prácticamente
en vivir una vida normal, una normalidad inquietante de la cual carecen
nuestras vidas la mayor parte de la semana; leer el periódico en la sala de tu
casa y hacer unos comentarios de la manera más burda posible; caminar la plaza
al anochecer y ver a los transeúntes con sus ritmos deportistas. yo siempre
siendo un idiota, pues nunca se tiene la certeza de nada, pues nunca estoy
seguro de nada, así que constantemente tengo que andar por ahí corroborándolo a
cada momento, quitarme a momentos el traje y dejarme impresionar por unas
palabras breves y funfacts.