No soy fanático de los
hospitales, pues siempre tienen ese olor extraño y esas miradas medio tristes
de toda la gente que está en ellos; básicamente el hospital se carga un aura
desolada, aun y cuando por las ventanas entra el sol rumbo al mediodía. de las memorias
que me invaden de los hospitales, siempre son los pasillos largos, la gente
como callada, sentada y aguardando indicaciones, también tengo aquella vez en
la que no podía donar sangre porque las drogas, entonces tenía que estar
haciendo un recorrido y llegar y preguntar alguna razón creíble para que no me sacaran
sangre; creo que es de lo más cobarde que he hecho en mi vida y siempre me voy
a sentir triste y culpable por eso.
Después de toda la mañana de
sábado entre preguntas, mi abuela solía recargarse un poco y voltear medio
sonriendo, y me preguntaba con un tono medio inquisitivo ¿Cómo va todo? yo le
respondía que todo estaba bien, aunque en esa edad no tenía ni idea de que era
exactamente el significado de eso, ni ahora tampoco no tengo en claro, pero en
ese momento estaba como perdido entre toda la vida por delante. luego me decía
que le dijera que podía ver por la ventana, pues ella estaba postrada en la
cama y no podía asomarse del todo. siempre me gustaba narrarle los verdes que poblaban
algunos espacios, ya fueran árboles o pasto. los azules que componían la
mayoría del paisaje, pues estaban los lagos de fundidora y los azules del
cielo. los grises, creo que eso era lo más triste de todo el panorama, la mancha
urbana de carros, los edificios y me gusta englobar a las personas en este
apartado, pues siempre son grises como marchando poco a poco entre los verdes y
azules.