viernes, febrero 28

09

No soy fanático de los hospitales, pues siempre tienen ese olor extraño y esas miradas medio tristes de toda la gente que está en ellos; básicamente el hospital se carga un aura desolada, aun y cuando por las ventanas entra el sol rumbo al mediodía. de las memorias que me invaden de los hospitales, siempre son los pasillos largos, la gente como callada, sentada y aguardando indicaciones, también tengo aquella vez en la que no podía donar sangre porque las drogas, entonces tenía que estar haciendo un recorrido y llegar y preguntar alguna razón creíble para que no me sacaran sangre; creo que es de lo más cobarde que he hecho en mi vida y siempre me voy a sentir triste y culpable por eso.


Después de toda la mañana de sábado entre preguntas, mi abuela solía recargarse un poco y voltear medio sonriendo, y me preguntaba con un tono medio inquisitivo ¿Cómo va todo? yo le respondía que todo estaba bien, aunque en esa edad no tenía ni idea de que era exactamente el significado de eso, ni ahora tampoco no tengo en claro, pero en ese momento estaba como perdido entre toda la vida por delante. luego me decía que le dijera que podía ver por la ventana, pues ella estaba postrada en la cama y no podía asomarse del todo. siempre me gustaba narrarle los verdes que poblaban algunos espacios, ya fueran árboles o pasto. los azules que componían la mayoría del paisaje, pues estaban los lagos de fundidora y los azules del cielo. los grises, creo que eso era lo más triste de todo el panorama, la mancha urbana de carros, los edificios y me gusta englobar a las personas en este apartado, pues siempre son grises como marchando poco a poco entre los verdes y azules.